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miércoles, 23 de julio de 2014

Salmones de Irlanda (Irish salmon)

La semana pasada viajé a Irlanda. Hacia ya tres años que no iba y las ganas por volver eran muchas. En compañía de mi amigo Julio marché con la esperanza de clavar algún salmonin de verano, allí llamados grilses, salmones pequeños en tamaño (de kilo a tres kilos) pero enormes en pelea. Auténticas flechas plateadas que por la proximidad al mar de los cotos que pescamos tienen una bravura incomparable, electrizante, lo más parecido en nuestras aguas sería un reo recién entrado de igual tamaño, pero aún asi creo que estos salmones lo superan. Teniamos varios cotos por la zona Norte y las jornadas se presentaban intensas  pues normalmente pescamos desde las 6 de la mañana hasta las diez de la noche, haciendo, algunas veces, pequeñas paradas para reponer fuerzas.
 
Primer dia: estábamos ansiosos y al llegar al rio se veían numerosos salmones bañándose y saltando por lo que los nervios iban en aumento. Empezamos calando el cebo (quisquilla) y nada más empezar clavé uno de kilo y algo, que fue devuelto inmediatamente al agua. A los cinco minutos otro, este mayor, pero en plena pelea, frenética como siempre, se suelta. Tras varias picadas más sin éxito cambiamos de lugar.  Durante unas cuatro horas más, varios clavados y todos se soltaron, a Julio le partieron el hilo dos. Al final tuvimos que marcharnos pues por la tarde teníamos otro buen coto en el Moy y el mejor momento era la primera hora por tema de mareas. Después de muchos salmones en la caña nos fuimos casi bolo, la cosa no empezaba muy bien.  Por la tarde en el Moy pesca exclusiva a mosca con caña de dos manos, pescamos otras cuatro horas y solo tuve una picada, nadie pescó nada. Primer dia un solo salmón pescado pequeño.
 
 
 
Segundo día: las lluvias nocturnas propiciaron un pequeño aumento de caudal, algo fundamental en Irlanda pues los salmones pican muy bien cuando sube el nivel y cuando empieza a bajar, y fuimos testigos de una espectacular remontada de salmones. Nos pusimos a la faena y a los pocos minutos Julio clavó un buen salmón a cebo que se le soltó tras unas carreras. Estábamos en un buen coto para la caña de mosca de una mano por lo que nos pusimos a ello. Julio pescó uno kilero a mosca dando una bonita pelea. Para mi fue quizá el mejor dia de pesca a mosca de mi vida con doce salmones clavados, uno de tres kilos que tras quince minutos de lucha se soltó en la sacadera, y varios más decentes. Realmente alucinante como tiran y pelean estos pequeños torpedos, dificilísimo sacarlos con las pequeñas moscas de verano. El balance final del día fue tres pequeños devueltos, y Julio pescó dos  kileros.
 
Tercer día: con un pobre balance de capturas, no de picadas y sensaciones, con cara de tonto por lo que tuve en la caña y no conseguí sacar, afrontamos la tercera jornada con una presión añadida pues la posibilidad de volver casi de vacio cada vez era más cierta, algo que ya nos ha pasado en otra ocasión, y es que en Irlanda la pesca suele ser muy radical, en determinados momentos y condiciones (marea, caudal, clima...) puede resultar hasta fácil, mientras que la mayoría de las veces es bastante frustante y desesperante,  ves como se bañan cientos de salmones delante de ti sin que ninguno se digne a tomar cebo alguno, increíble pero cierto. Aunque no es nuestro cebo favorito, este dia aseguramos con algo más efectivo aunque también más proclive a picadas de pequeños salmones, la miñoca. El resultado fue que ambos hicimos el cupo con dos salmones cada uno y nuestras caras cambiaron por completo.
 
 
 
 
                                                                                                                                                                                                                                        Cuarto dia:  con los ánimos repuestos tras la exitosa jornada anterior, regresamos a la acción con el mismo plan, los nervios más templados y unas buenas condiciones hicieron que al poco tiempo Julio ya tuviera sus salmones pescados, y yo tras unas horas de pesca por fin conseguía mis preciados trofeos. Se acababa el viaje y teníamos que regresar a Dublín para volar a casa, una sensación agridulce nos embargaba, por un lado por los buenísimos momentos pasados, algunos espectaculares, y por otro la tristeza de no poder continuar otro día y otro y otro y otro, hasta el año que viene, si se puede.